A veces, cuando ya no queda nada, pienso que la única manera de dar un paso hacia mi misma es alejarme de ti.
Tal vez, quizá.
Recorrer un camino solitario y difícil, necesario al fin y al cabo, que consiga hacerme olvidar que ya eres más piedra que apoyo, olvidar que me haces más daño del que mis pies son capaces de soportar.
Elegir el camino que nos separa, aunque tal vez nos sintamos solos, tal vez me sienta sola, tal vez no, seguro. Cerraré los ojos y no habrá nadie, quizá, pero prefiero estar sola a sentirme sola estando contigo, sentirme vacía, sentirme nadie.
Demasiadas han sido las personas que he perdido, demasiados los instantes que acabaron cayendo en el olvido cuando hubo un día en que lo eran todo.
Todo. Sí, esa palabra asociada a tu nombre.
Pero aunque sé que he perdido, aunque sé que he gritado de rabia y llorado de dolor, sé que de todas las personas que han aparecido en mi vida solo se han quedado las que me merecen de verdad.
Las que gritan contigo de rabia.
Las que lloran tu dolor porque lo sienten como suyo.
Quizá tú no.
Y ahora… Ahora es tiempo de reflexión, de no echar de menos a quien te echa de más. Aunque me cueste tanto asumir que ya no puedas estar ahí, que para cuando tropiece en mi camino y te necesite no encontraré ni el reflejo de lo que fuiste, que miraré a todas partes y solo encontraré ese vacío que tanto me dejas.
Y agotaré mis lágrimas, hasta quedarme seca.
Me explotarán los latidos de tanto usarlos.
Me quedaré sin sangre por dejar mil heridas abiertas.
Y quizá me muera, quizá me mates, quizá nos matemos juntos a base de indiferencia.
Pero ya no seré yo quien escriba estos versos, sino una versión distinta de mí.
Alguien feliz. Sin ti.