Grito, mi voz llega hasta al infierno y aunque no quiera se pierde en el vacío, quizá porque no grito lo suficiente, quizá porque mis palabras no tienen ningún sentido o quizá, simplemente, porque no hay nada ni nadie escuchando mis gritos. Da igual que mis palabras hablen de sentimientos indescriptibles, que intenten llegar a corazones infranqueables, que digan te quiero sin querer buscar una respuesta, incluso da igual que digan te odio porque los silencios continúan o porque existe un corazón que no se inmuta ante los gritos. El vacío de respuestas sigue, como si me encontrara en un inmenso prado en el que mis gritos se los lleva el viento.
Espero respuestas que no llegan, espero sonrisas que se ahogan, algo que diga lo que no dicen las palabras, lo que no dicen los silencios, los segundos se hacen eternos, los latidos se paran por instantes y esperan algo que no llega, suponen algo que no hace falta suponer y pasan demasiado tiempo analizando silencios que simplemente son eso, silencios.
Aunque en verdad, un silencio puede decirlo todo y nada a la vez, decir te quiero y te odio pero ¿por qué hacerlo todo tan complicado? ¿Por qué hablar a través de los silencios pudiendo hacerlo con palabras, o incluso un gesto, una mirada o una sonrisa? ¿Por qué no dejarse llevar a través de las emociones y los sentimientos, sacar eso que llevamos tanto tiempo dentro? ¿Por qué dejar a los demás que nos descifren y no nos descifrarnos nosotros mismos?
¿Por qué perder el tiempo con los silencios cuando unas simples palabras pueden cambiarlo todo? A mejor, a peor, no lo sé, pero por fin se podría poner punto final a una historia que parece no tener fin.
Silencios infinitos, incapaces de mostrar nada a la luz, que desesperan, silencios que matan y hacen romper el corazón, silencios que dan insomnio, silencios que harías callar, que brotan de unos labios que ya no sé si mirar.
Silencios.
Tus silencios.
Eternamente indescifrables.