Mirarte todos los días como si fuese la primera vez, como aquel día que nos conocimos, como aquel día que pasamos de nadie el uno para el otro a empezar a serlo todo.
Recorrer mis dedos sobre tu piel mientras tu sonríes sonrojada, darme cuenta de que estás mirando hacia el cielo porque te gusta este instante y resoplar porque me encantas.
Estrujarte entre mis brazos mientras llueve para protegerte, para que no te toque ni una gota, sentir tu respiración bajo mi pecho y que al mirarte me estés sonriendo.
Besarte como si fuese el último beso, como si fuese una despedida, sentir tu aliento en mis labios y que lo que pasa a nuestro alrededor no importe, porque en realidad no importa.
Despertar cada mañana junto a ti y mirarte mientras duermes, pensar qué estarás soñando, imaginar tus sueños e imaginarme en ellos, recorrer mil mundos lejanos.
Pasar los días a tu lado, quizá en una verde ladera, quizá en una playa de fina arena, quizá, simplemente, acurrucados en un sofá, tenerte, solo quiero tenerte.
Estos son mis sueños, los de todas las noches hasta que el maldito despertador me arranca de ellos y vuelvo a ver la cama vacía, tu piel alejada de mí, la vida de color gris.