Los primeros rayos de Sol de la mañana atravesaron los pequeños agujeros de la persiana y le dieron en toda la cara. Abrió los ojos despacio, cabreándose con el astro rey por querer despertarle.
Fue entonces cuando le vino todo a la cabeza.
Se acordó de su figura caminando por la calle en dirección opuesta a él, se acordó de cómo se alejaba, y de ese efímero instante en que se giró, sonrió levemente y agitó la mano en un signo de despedida.
Fue entonces cuando recordó que ella no estaba.
Y que tardaría mucho en volverla a ver.
Quizá solo unos meses, pocas semanas. Para él, toda una eternidad.
Porque no había un solo segundo en que no deseara estar con ella, porque el tiempo se volvía lento y pesado, porque necesitaba estar con ella, bastaba solo con sentir su presencia y poder observar lo guapa que era, esa melena, esos ojos, esos labios…
Ella, solamente ella le hacía falta para ser feliz.
Y ahora que no estaba no podía soportarlo. A partir de ahora se tendría que consolar con soñar con ella, los sueños se convertirían en su salvación. En ese mundo mágico sí podría tocarla, acariciarla, besarla… y todo parecería tan real… aunque lamentablemente no lo iba a ser.
Aunque algún día ella volverá a caminar hacia donde él está, no le dará la espalda, se mirarán a los ojos y se dirán con esa mirada todos los te quieros que no se han podido decir. Llegará el día en que se volverán a encontrar y ese día hará olvidar todos esos días que han pasado en soledad, ella sin él, él sin ella.
Llegará el día en que no se vuelva a recordar la larga espera.