Gritar

Te seguiré hasta la oscuridad.

Bajaré a los infiernos para acompañarte en esas noches de frío en las que ya no queda nada.

Solo tú y tus lágrimas, esas que derriten horizontes y desiertos, esas que empañan amaneceres hasta convertirlos en tristezas propias de diciembre.

Te daré la mano para que cojas todo el brazo.

Por si acaso echas en falta a alguien a tu lado.

Perseguiremos los ríos de lava hasta encontrar una salida, los dos juntos, siempre, no concibo otra manera de contar los segundos.

Mirarte a los ojos.

Y leer en ellos todo lo que no te atreves a contarme.

Desgarrarnos las ropas mientras nos caen mil litros de una lluvia ácida que nos destroza las gargantas.

Y gritar.

Siempre gritar.

Como gritan los gigantes que pierden a su presa.

Como grita una madre cuyo hijo es asesinado

Como grito yo al verte triste.

Porque lo odio. Bueno, en realidad me odio a mi mismo por no saber calmarte. Secar tus lágrimas con mi dedo índice y que apoyes tu cabeza en mi pecho.

Ya no sé.

Ni qué hacer ni qué decir.

Quizás… Tal vez…

Besarte.

Y que me sepas dulce a pesar de tus lágrimas de sal.

Porque después de eso quizá sonrías, puede que consigamos ver atardeceres.

Esos que llevan nuestro nombre escrito en las nubes, esos que se llevan todos los problemas del día y te hacen pensar que el mañana será mejor.

Puede, siempre puede que sea así.
Volver allí donde nos perdimos y ponernos a bailar sin pensar en otras cosas.

Allí donde nos perdimos o allí en la oscuridad, allí abajo, en los infiernos

Allí donde gritaremos sin miedo a lo que puedan decir de nosotros.

Allí donde te seguiré hasta perderme.

Allí donde te escucharé hasta encontrarte.

2 comentarios en “Gritar”

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