Soy carne de cañón.
Me apuntas, me abrasas, me quemas, te haces con mi piel. Soplas con tu fuerza y haces que la veleta flote en una sola dirección, siempre la misma, siempre la tuya.
Floto en tu viento y me mareo. Vomito, me falta algo. Quizá mi aliento en tu boca, o el tuyo en la mía, no importa. Quizá mi mano recorriendo todo tu cuerpo, norte y sur, tú, toda tú.
Quemas pero me quiero quemar, dueles pero quiero que me duela, quiero recorrer toda mi vida mis paisajes favoritos de tu cuerpo.
Ayyy… el viento, tu aliento… en esta vida solo buscamos aquello que hace saltar la chispa, y la mayoría de las veces esa chispa quema, arde. Necesitamos el fuego en la piel igual que las ratas se acostumbran al veneno o nosotros a la droga. Somos drogadictos de cuerpos, de almas, nos hieren por dentro pero nos gusta, y vivimos constantemente pendientes de ello.
Me apuntas, disparas y matas.
E incluso hasta el último instante sonrío ante ti, sigo pensando en ti.