Como viene siendo habitual este verano y hasta que empecemos el instituto, mis amigos y yo nos vemos en la gran escalinata, donde hablamos de los temas más variados que puedan surgir. Ayer sólo pudimos ir a la cita mi primo David, mi hermana Nuria, Sergio y yo ya que Jordi prefería ver un partido de fútbol que echaban por la tele y a mi amiga Sandra no la dejaban salir.
Nos encontrábamos los cuatro charlando animadamente cuando vimos en la lejanía como dos figuras se acercaban hacia nosotros, cuando ya estaban más cerca nos dimos cuenta de que eran Paula y Sara, dos chicas de mi edad con las que no me llevo muy bien, la razón es muy sencilla: las dos pertenecen a la denominada clase popular, es decir son las guays, todo el mundo quiere ir con ellas y se consideran las mejores, se consideran las mejores porque tienen un buen par de tetas, una cara bonita, fuman y beben pero creo que cabeza… el caso es que yo estoy por debajo suyo en la escala social por lo que parece que les doy asco y en pocas ocasiones me dirigen la palabra.
El silencio se hizo presente cuando ellas llegaron y Sergio lo rompió ofreciéndoles dos cigarrillos que ellas aceptaron. Él se quedó embobado cuando llegaron, como si no hubiera otra cosa en el mundo que ellas dos, sus pechos parecían tener una gran fuerza de atracción, pues sus ojos no miraban hacia otro lugar, se consideraban tías buenas y la actitud de Sergio no hacía más que confirmarlo. Las recién llegadas y los chicos hablaban de diversos temas, con soltura, riéndose, a David se le veía algo incómodo pero Sergio parecía perfectamente complementado con ellas, mientras mi hermana y yo nos manteníamos apartadas, como si no estuviéramos.
No me gustaba para nada estar en aquella situación, yo las detesto, las odio por ser como son, se creen divas, las reinas de las fiestas y a mi no me agradan las personas como ellas, las prefiero sencillas, normales, tal y como soy yo. Encima Sergio no me dirigió la palabra desde que llegaron, en ningún momento me hizo partícipe de la conversación, parecía tener vergüenza de mí, como si el estar conmigo le restaba popularidad, como si fuera tonto por estar charlando conmigo.
No entendí su actitud, pensaba que nos compenetrábamos pero parece ser que no es así, si esto tiene que pasar cada vez que sus amigos lo ven conmigo no sé si merece la pena seguir pensando en él, no sé si merece la pena que le quiera.