Dicen que no existo, o que soy una especie en extinción.
Dicen que no me encuentran, que sueñan conmigo pero que, al despertar, me desvanezco como el humo en la niebla, que parezco invisible, que, aunque esté, no me ven.
Dicen que quisieran alguien como yo.
Pero al final vuelven a lo mismo.
¿Será que mienten? ¿Será que no saben lo que quieren? ¿Será que no saben buscar? ¿O será que cierran los ojos cuando encuentran?
No sé. Quizá me equivoque y no exista de verdad, que estos dedos que escriben sin pausa sean unos simples trazos de un dibujo que solo está sobre el papel. Tal vez es cierto todo eso y solo soy un fantasma, o un vagabundo que va por ahí sin rumbo, sin destino y con fecha de caducidad.
Será por eso que resulto invisible y todos traspasan mi mirada como si no estuviera, quizá nadie se para a observarme ni escuchan lo que digo, será que nunca nadie me inventó, ni siquiera me pensó.
Gritan desesperadas pidiendo auxilio y yo me quedo con las ganas de que me cojan las manos y luchemos juntos contra los mil gigantes que nos acechan. Dicen que necesitan a alguien pero no se atreven a abrir los ojos, dicen que todos somos iguales y cuando se encuentran a alguien diferente tiemblan de miedo.
Tienen miedo a ser felices.
Solo encuentro esa explicación. Que estén tan acostumbradas al llanto que tengan miedo de probar cosas diferentes. Prefieren creer que son felices a intentarlo de verdad, a intentar por una vez en su puta vida ser felices de verdad.
Ya no me queda nada… Sí, soy una especie en extinción y acabaré muriendo, desapareciendo, lo sé, lo tengo asumido.
Solo me queda seguir apareciendo en sus sueños y hacerlas felices. Que, aún con los ojos cerrados, esbocen una sonrisa y piensen en el “ojalá”.
En el “Ojalá encontrara a alguien como tú”.