Déjame entrar en tus sueños esta noche.
Que los tuyos sean los míos, que mis dedos alcancen los tuyos en ese mundo irreal y perdido y olvidemos que tú estas en venus y yo en marte, alejados uno del otro por esta distancia insalvable.
Déjame entrar con los ojos cerrados, sentirnos los dos en una misma cama rozando nuestros cuerpos. Que al abrir mis ojos me encuentre con los tuyos y querer hacer mil cosas y ninguna, solo contemplarte o solo besarte toda la vida, solo estar en silencio o solo hacerte cosquillas para escuchar lo que más me gusta de ti.
Déjame entrar para que podamos hacer todas aquellas cosas que creímos imposibles. Alcanzar las nubes y comérnoslas como si fueran algodón de azúcar, bailar bajo una nieve que no está helada, que nos abriga y nos da calor, jugar como si volviésemos a ser niños en vacaciones de verano.
Tantas historias de tú y de mí como protagonistas.
Tantas historias de finales comiendo perdices.
Tantos momentos que nunca se nos podrán escurrir de entre los dedos.
Conseguir que te despiertes con una sonrisa, que te quedes cinco, diez o veinte minutos mirando el vacío de tu habitación, ese que tenuemente invaden los rayos de Sol que entran por los agujeros de tu persiana.
Que pienses en mí al despertar, que recuerdes nuestros sueños y desees dormirte otra vez para volver conmigo. Que te dé rabia haber despertado, imaginar que los sueños han pasado de verdad, que te entre un cosquilleo en el estómago imposible de parar.
A todos nos gusta pensar que hay alguien que sueña con nosotros y que, al despertar, sonríe pensando en lo que ha soñado.
Y aunque no me dejes entrar en tus sueños… yo seguiré entrando a escondidas para intentar que lo primero que refleje tu rostro al despertar sea siempre una sonrisa.