Una misma estrella

Emma y Héctor cruzaron la mirada por primera vez aquel día. Una mirada seria, de pasada, de silencio pero que decía mil cosas.

Era la primera vez aquel día pero llevaban todo el día juntos, juntos pero separados, distancia de centímetros, casi se podían rozar, se notaban las dos respiraciones como si fuera una, los corazones latían al mismo compás pero… seguía habiendo un abismo entre los dos.

Héctor no aguantaba más, no podía sentirla a su lado y no compartir siquiera unas palabras, una simple mirada. Se acercó a ella, prácticamente la arrinconó contra la pared.

– ¿Te pasa algo conmigo? Si no fuera porque me puedo tocar, pensaría que soy un fantasma.

Ella se mantenía cabizbaja, intentaba evitar su mirada, creía que las baldosas eran la cosa más interesante del mundo.

– ¿A mí? No, simplemente no hemos tenido la oportunidad de…

– ¿De qué? Aunque te dijera cien cosas seguirías impasible. Antes no era así…

Emma, seguía igual, parecía hablar consigo misma, casi a susurros, como si tuviera miedo o quizá tristeza.

-No, de verdad, te equivocas. Simplemente es que…

Héctor no podía seguir hablando así.

– ¡Mírame! ¡Mírame cuando te hablo! ¡Joder! No entiendo nada… ¿Dónde quedan aquellos días en que compartíamos secretos? ¿Cuando nos mirábamos y sonreíamos por leernos el pensamiento? ¿Cuando no había nada mejor que estar uno junto al otro?

Emma empezó a llorar. Seguía sin mirarle a la cara, seguía cabizbaja. Miraba al techo y le consumía la tristeza o ya no sabía qué… sentía mil sentimientos por dentro, todos hacia él. Rabia, tristeza, odio, amor… El sentimiento de tenerlo a centímetros y querer y no querer besarle a la vez.

-No puedo más -dijo ella entre lágrimas-. No sabes lo que se puede sentir al tenerte tan cerca y no poder besarte. Querer no quererte, odiar el sentimiento que está creciendo en mí, odiar que te pueda querer tanto, odiar el hecho de que te vaya a perder.

-No me marcho aún…

-Pero te irás, tarde o temprano te irás. Y el amor en la distancia será insoportable, yo aquí, tú allí. Seremos dos gotas de agua en un inmenso océano, nunca más nos vamos a encontrar.

-Te quiero, te necesito…

Silencio. Los dos sentimientos flotaban en el aire, querer, necesitar. El amor era enorme entre los dos, se sentían, se querían. Emma por fin alzó la mirada, los ojos se encontraron y describieron todo, el amor, el odio, la distancia.

-No puedo… -dijo en apenas un susurro.

-No voy a desaparecer porque ahora me des un beso, ni mañana, ni pasado. Quizá si estoy aquí es simplemente para que todo esto ocurriera, quizá no estemos llegando al final, quizá solamente sea el principio.

Se dieron un beso bañado en lágrimas. Supo tan bien… que por un momento olvidaron el futuro, la distancia y todo lo que pudiera girar alrededor suyo. Y es que el amor está por encima de todo, no importa si lo tienes a centímetros o tienes que cruzar todo un océano para encontrarte con él, o un desierto, o una selva salvaje, o la más alta de las montañas.

Simplemente hay que mirar al cielo y darse cuenta de que ambos estáis mirando una misma estrella.

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