Silencio.
Tal vez ecos de tu risa chocando contra las paredes.
Pero lejanos.
Silencio al fin y al cabo.
Cierro los ojos por no ver la habitación vacía. Vacía de ti, de tu mirada, de tu sonrisa, de tus roces, de tus susurros, de tu aliento recorriendo cada centímetro de mi piel, y yo a la tuya, buscando esas imperfecciones que tanto me gustaban.
Me faltas.
Busco en las arrugas de las sábanas el rastro que dejaste la noche que te marchaste, busco tu olor como si, al tener los ojos cerrados, pudiese traerte de vuelta conmigo y revivir ese momento en el que, tendidos sobre la cama, abrazados completamente desnudos, compartimos aliento y mirada, hablamos en silencio y nos contamos la vida.
Te busco.
Te busco y no consigo encontrarte.
Porque aún no soy consciente de que ya no estás, que no volverás, que escribo estás letras para nadie , que no las leerás, que ya no sé si exististe o si te imaginé, si las arrugas de mis sábanas son fruto de mi frustración y locura, si al abrir los ojos no seré capaz ni de reconocerme a mí mismo.
Silencio.
Tal vez ecos de tu risa chocando contra las paredes.
O mi lamento que se pierde, qué se yo…
Quizá tú, simplemente tú,