Una mirada, un gesto, una sonrisa, un enfado, una palabra, un imperceptible erizo de la piel, un silencio…
Señales… quizá de un camino que lleva al cielo, a lo maravilloso, a eso que tanto llevas esperando, a aquello que por fin te haga sacar la sonrisa, una lágrima de emoción, un camino que te lleve al sentimiento indescriptible. Aunque quizá de un camino que lleve a un callejón sin salida, al tramo más oscuro, al infierno, a aquello inesperado, frágil, el camino en el que no hay más que piedras en el suelo, el que te lleva a la nada más absoluta, el que te hunde más y más en el suelo.
¡Qué bueno sería saber si estás siguiendo el camino que te lleva al cielo o el que te lleva al infierno…! ¡Qué bueno sería saber incluso que tienes el cielo abierto…!
Porque quizá estamos ciegos, quizá esa sonrisa nos sonríe, esa mirada nos mira, ese silencio que parece decirlo todo en realidad lo está diciendo todo, quizá de verdad está diciendo lo que pensamos, que esa persona que tenemos enfrente nos quiere, nos desea, querría pasar la vida escuchando nuestros latidos, nuestra respiración, nuestros suspiros, quizá de verdad nos está pidiendo que nos lancemos al mar sin salvavidas, simplemente porque ella nos va a rescatar, que la besemos suavemente cuando la tenemos a dos centímetros, tan cerca que es casi imposible no hacerlo, quizá nos está pidiendo que paremos el tiempo por un instante para que los sueños se puedan hacer realidad.
Aunque hay una ceguera mucho peor, esa en la que se ven cosas que no hay, esa en la que un simple gesto se convierte en toda una declaración de amor, esa en la que una mirada al vacío se transforma en un pensamiento hacia nosotros, esa que nos hace ver la más tonta de las palabras como el deseo de estar con uno. No, no hay nada, y lo peor es que en el fondo lo sabemos pero somos eso, ciegos, no lo queremos ver, no queremos darnos cuenta de que no hay señales, que el camino nos está llevando al callejón sin salida, que caeremos en el vacío, que llegará el día en que hagamos el ridículo más espantoso.
A veces se hace complicado ver las señales donde realmente están y no donde queremos que estén, a veces, solo haría falta una vocecita del exterior que nos dijera «te estás equivocando, no has escogido el camino que te lleva al cielo».
Y lo peor de todo es que a veces la vocecita está ahí y la ceguera nos impide escucharla.
hola!
me gusto mucho tu escrito, señales… esa mirada, ese silencio…
muy bueno amigo!!
sigue asi 🙂
Gracias! Seguir así e incluso mejorar, que siempre se puede 🙂