Pequeños

20070219232055_desojada2 copiaAún recuerdo cuando soñábamos que seríamos grandes. Éramos dos ilusionistas, trapecistas, equilibristas empeñados en andar sobre eternas cuerdas flojas hasta encontrar nuestro destino. Dos soñadores empeñados en estar separados a pesar de que nos soñábamos, a pesar de que, en la distancia, nos rozábamos y creíamos alcanzar el cielo con la punta de nuestros dedos.

Aún recuerdo cuando soñábamos que seríamos grandes, que seríamos grandes aún siendo dos enanos vestidos de adultos. Nos quedaban grandes los trajes, pues, aún queriendo ser grandes, jugábamos a no querer irnos nunca a dormir, a quedarnos despiertos porque en la noche encontramos aquello que nos falta, aquello que buscamos, a quedarnos mirando un vacío ocupado por un espejismo, a, como hacen los niños en cualquier parque, mirarnos desde la distancia y ruborizarnos, sonreír mágicamente esperando, quizá, que el otro se acercara tímidamente a regalarnos una margarita recién tallada, esa flor donde habitan todos nuestros anhelos, jugar a deshojarla y que salga «me quiere», saltar de alegría sin que nadie lo note, mirarte toda la vida.

Aún recuerdo cuando soñábamos que seríamos grandes, y ahora que lo soy solo me queda sentarme en el alféizar de mi ventana, quedarme mirando a esa lluvia que cae incesante intentando apurar su último resquicio de vida, y desear ser pequeño, volver a ser pequeño siendo grande, volver a encontrar el rubor perdido, volver a sonreír al verte, simplemente por eso, por verte, porque me late el corazón más deprisa y me sale sola la sonrisa. Volver a ser un creador de sueños imposibles, que allá donde lo racional no alcanza, todo pueda pasar.

Que vuelva la magia.

Porque a todos nos gusta ser niños y creer que de la nada pueden surgir los imposibles.

Porque a todos, a cada uno de nosotros, aunque sea muy en el fondo, nos gusta ser niños siendo grandes.

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