Palabras que nunca debí decir

Cierro los ojos y pienso que estoy dormido durante apenas un instante, lo suficiente como para verte acercarte a mí tímida, con una media sonrisa que me encanta, cabizbaja y sin saber qué hacer. Te paras un instante a centímetros de mí, tan cerca que respiro tu aliento, tan cerca que formo parte de ti y te siento como mía. Hago el intento de decir algo y tú me callas con tu dedo índice, me miras a los ojos y en apenas un susurro me dices te quiero, luego me das un suave beso que apenas dura un instante pero tengo suficiente, no quiero más.

Abro los ojos de un sobresalto, miro a todas partes buscándote pero tú no estás, no estás… Me toco la frente buscando explicación. Creo que me estoy volviendo loco, creo que estoy cayendo en un remolino que me arrastra poco a poco hacia ninguna parte, que me aleja cada vez más del mundo real y me hace ver las cosas muy distintas a como son en realidad.

Y es que sé que mi locura nunca se hará realidad.

Sería bonito decirte te quiero y que tú me miraras, me dieras un beso en los labios y me dieras un abrazo, que reposaras tu cabeza en mi pecho como si fuera una almohada, que me miraras de nuevo y me dijeses que tú también me quieres, que en ese instante yo te abrazara con más fuerza y tú sintieras que mis brazos te protegen, que sintieras que nada te puede pasar si estoy ahí contigo.

Sería bonito decirte que te echo de menos y que me dijeras al instante que tú también, que tienes unas ganas terribles de verme, que los segundos pasan lento, que solo necesitas estar un instante conmigo, aunque después de ese instante vengan miles más. Que calmaras mi ansia diciéndome que queda poco para vernos, para estar abrazados, que el beso que nos vamos a dar al reencontrarnos va a ser eterno, que no me preocupe, que todo va a salir bien.

Pero no…

Sé que eso no va a pasar, por mucho que diga, por mucho que hable, solo voy a encontrar silencio por tu parte, estremecedor, tan agudo que se clava como se podrían clavar mil agujas en mi cuerpo a la vez, que duele y mata por dentro. Hablarte de esa manera solo alimentaría la locura que pesa sobre mi cabeza, y es tanta ya que, quizá, no podría soportar más, caería en un círculo del que posiblemente no podría salir nunca.

Silencio intenso, silencio arrollador…

No saldrá un «te echo de menos» más de mis labios, a pesar de que desee decírtelo cada día, a pesar de que prácticamente escape de mi boca. No pienso alimentar tu ego otra vez y llevarte a unos altares a los que no debiste subirte jamás.

Te echo de menos

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