Una mirada, una canción, unos cuantos versos juntos que solo sepan hablar de amor, el tiempo que se para y en el mundo solo se mueven dos personas, solo tú y yo… Empezamos a cantar y nuestras voces giran alrededor nuestro, flotan, no se quieren marchar, porque hablan de nosotros, nos cantan a nosotros.
Te miro y te canto, me miras y sonríes, las mariposas vuelan en mi estómago, tus mejillas se tiñen de rosa. ¿No es mágico ese momento? ¿Qué podría pasar en un momento como ese? Miles de preguntas rondan mi cabeza.
¿Te estremecerías si besara tus labios? ¿Sonreirías si te dijera las cosas más tiernas al oído? ¿Se erizaría tu vello si rozara tu piel? ¿Me dirías te quiero si yo te lo pidiera? ¿Sentirías que la vida es maravillosa si hacemos lo más bello que pueden hacer dos personas que se quieren?
Un segundo, dos, tres, silencio… Los corazones palpitan tan fuerte que se pueden escuchar uno al otro, la respiración va tan rápida que casi ahoga. Te quiero… te miro, me miras, nos acercamos lentamente y las respuestas a mis preguntas aparecen. Te canto al oído y no me aguanto las ganas de besarte, de sentir tu piel chocando contra la mía, de desnudarte y besar cada centímetro de tu cuerpo, de vivir los segundos como si fueran los últimos que fuera a pasar contigo.
Me despierto sobresaltado, miro a un lado y a otro de mi habitación, preguntándome qué pasa, por qué no estoy contigo. Era tan real… Entonces vuelvo al mundo, aquí, a la Tierra, al mundo del que deseo e intento huir a cada instante. Miro hacia arriba y resoplo, pensando en los sueños que tengo constantemente, pensando en por qué nunca podré tenerte, pensando en aquello que nunca pasará, pensando… en lo imposible.