Dicen que cuando alguien quiere a una persona sería capaz de esperar toda la vida por ella, que el amor es eterno, que no se cansa de esperar, que siempre está ahí, atento a cualquier cambio en la situación. No sé si quien dice eso ha estado enamorado alguna vez, si ha tenido que esperar alguna vez por una persona que quería, si esa persona le daba largas y seguía esperando, por si acaso algún día salía de sus labios ese ansiado te quiero.
No lo sé, pero lo dudo mucho.
Lo dudo mucho porque ahora soy yo el que está esperando, esperando a que me mande todas las señales necesarias para que yo sepa que sus miradas son de deseo, esperando ver si me está contando o no la verdad con sus palabras, esperando a que cuando yo le diga «te quiero» ella me diga seguro «y yo también».
Y la verdad, me cansa esperar.
Me cansa porque vivimos en realidades diferentes y no tengo todo el tiempo que desearía, me cansa porque a veces me desconcierta y si un día pienso que me mira, al otro está cabizbaja, me cansa porque la deseo y siento que estoy perdiendo el tiempo, un tiempo que podría estar aprovechando rodeado de sus brazos, acariciando su piel morena, rozando esos labios con los que tanto sueño por las noches…
De momento lo seguiré intentando, seguiré estando ahí porque la quiero y no sale de mi cabeza, pero siento que la cuenta atrás ha empezado, que mi amor pronto se irá y no volverá y el único remedio para todo esto es lanzarme ya, aún sin tener la certeza que de sus labios salga un «te quiero» pero me da igual, me da igual porque el reloj me revienta, porque su «tic, tac» no sale de mi cabeza.
Se acaba mi tiempo, se acaba la espera.