Dientes de león

Anoche, asomado a la ventana de mi habitación deseando que la Luna me guiñara un ojo o, al menos, me sonriera, vino volando a mí un diente de león. Más que volar, flotaba tímido buscando un lugar en el que refugiarse del frío que hacía en la calle.

Mi mano lo alcanzó sin que yo se lo ordenara y mis dedos acariciaron el suave terciopelo que lo envolvía. Entonces lo puse frente a mí, miré cada detalle y sonreí triste.

Justo al soplar, me vino a la mente una imagen y el pensamiento de que si, quizá a uno, dos, cientos o a miles de kilómetros de distancia no habría alguien que quizá estuviera haciendo lo mismo: soplando un diente de león y pensando en que quizá algún día, al girar la esquina, su vida puede cambiar para siempre.

Girar la esquina y que vuele una mirada…

Cerrar los ojos y volar…

Incluso tropezar y caer en una nube…

Creer en que se puede alcanzar lo inalcanzable, aquello que crees que nunca va a llegar, aquello que ya has dado por imposible. Mirarte a ti mismo y escuchar una música que nadie más escucha, esa que habla de princesas que se enamoran de ogros, de mutantes que un día alcanzaron la gloria, de esas pequeñas cosas que un día creímos haber perdido.

Creer, cerrar los ojos y pensar que alguien, quizá al otro lado del mundo, puede estar también con los ojos cerrados. Pensar que solo hay que alargar un poco la mano para rozarse, para encontrarse, y borrar quizás que nunca tuvieron que aparecer. Pensar que quizá existe un destino y que el nuestro ya está escrito, tener la certeza de que solo hay que esperar un poco más, que todo algún día tiene que llegar.

Anoche, asomado a la ventana de mi habitación deseando que la Luna me guiñara un ojo o, al menos, me sonriera, vino volando a mí un diente de león…

Y soplé mirando a la Luna, pensando en ti, que aún no sé quién eres… Pensando en ti, que aún no sé si existes… Pensando en ti sin poder ponerte imagen, voz, sonrisa…

Soplé y un vacío se adueñó de mí, ese vacío que te envuelve como una madre y te acaricia, te da cobijo.

El vacío que te dice… tranquilo, aguarda… que todo llega, que todo merece la pena, que muy cerca volaba un diente de león y alguien lo ha soplado pensando en alguien, que aún no sabe quien es… Pensando en alguien que aún no sabe si existe… Pensando en alguien sin poder ponerle imagen, voz, sonrisa…

4 comentarios en “Dientes de león”

  1. Hola 🙂
    Que hermoso, me gusta mucho como escribes, suelo leerte pero a menudo no me animo a comentar, o simplemente no encuentro tiempo. Me identifique un poco con el escrito, no en la parte de esperar por ese alguien, pero si en general, con la luna, dientes de león y una noche melancólica.

    Un placer leerte, saludos.

    1. Hola Gabrielle!! Me encanta que el relato haya provocado algo en ti, y que encima haya sido algo secundario a lo que realmente quería transmitir con él, eso demuestra que cada persona es un mundo y que cada uno podemos sacar mil conclusiones diferentes de una misma cosa.

      Gracias por comentar y demostrar que estás ahí. Saludos!! 😉

    1. Hola!! Y mira que yo no acabé convencido con el relato… Me he pasado por el blog y la verdad es que me ha gustado mucho lo que escribes. Te sigo esperando confirmar esa grata primera impresión.

      Gracias por comentar, saludos!!

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