Diario secreto de Nadie (día 5)

Llevo días sin dormir.

Nunca he tenido problemas de sueño, todo lo contrario. Siempre me he ido a la cama destrozada, como si me hubiesen dado un par de palizas y tuviera unos cuantos huesos rotos y las piernas entumecidas, muerta por dentro y por fuera. Pillaba el sueño nada más rozar la almohada y me despertaba con la sensación de haber dormido dos míseros segundos. Mis noches duraban eso: un abrir y cerrar de ojos.

Me sucedía también de pequeña, aunque no sintiera tanto cansancio. Mi madre me obligaba a acostarme a las diez de la noche y yo me iba a regañadientes, deseando seguir en un mundo que, a esas horas, solo estaba reservado para los adultos y a mí me parecía hipnótico y atrayente. Ella me arropaba y me echaba unas gotas de agua de colonia con olor a lavanda. Mientras me quejaba de mentira de sus mimos y besos, mis ojos no podían resistirse a cerrarse aun queriendo seguir abiertos. Era imposible, no sé si era esa maldita colonia o los poderes mágicos de mi madre, pero caía rendida.

Pero ahora me está costando horrores. Mi cerebro se pone en mi contra y no quiere hacerme caso cuando le pido silencio. Me habla, me recuerda cualquier mierda que me pasó hace diez años, incluso aquellos tropiezos que pensaba que había olvidado. Es curioso como las cosas malas se quedan ancladas por ahí dentro hasta que encuentran la oportunidad perfecta para salir. Se esconden, nos olvidamos de ellas y, cuando menos te lo esperas, te apuñalan por la espalda.

Esta noche me ha sacado a relucir el embarazoso recuerdo de cuando besé a mi amiga Lydia una noche de borrachera. Me gustaba desde hace tiempo, pensaba que ella sentía lo mismo y lo hice. Lo único que encontré fue silencio, distancia y una relación que fue a menos desde ese instante. A veces es mejor dejar las cosas como están y ya está, conformarnos con lo que tenemos, supongo.

No sé ni por qué he escrito esto, no quiero que quede constancia de lo que pasó.

Son las 6 de la mañana, así que no me voy a molestar en intentar dormirme de nuevo. Me haré un café bien cargado y sacaré a pasear a Jolie, que está revoloteando a mi alrededor, haciéndome compañía. A veces es lo único que me hace falta, me gusta ver la ciudad nacer y escuchar el levantar de persianas, el cómo todo empieza a colocarse en su sitio. Me parece el universo volviendo a funcionar de nuevo.

De todas maneras, no sé cuánto puedo aguantar con tres o cuatro horas dormidas cada noche.

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