Ayer por fin tuve una cita con Sergio, bueno, mejor dicho una cena de amigos. Resulta que Sergio y mi primo David son muy amigos así que este organizó una cena en su casa para ver un par de películas donde acudimos ellos dos, mi amiga Sandra y yo.
Reconozco que cuando entre en la sala donde íbamos a cenar y en la que ya me esperaba Sergio me morí de vergüenza, era la primera vez que estábamos realmente cerca y podía hasta escuchar su respiración y olfatear su suave perfume.
Después de cenar, mi primo, que creo que ya se huele algo de lo que siento por Sergio, hizo que Sergio y yo nos sentáramos en el mismo sofá para ver las películas. En esos momentos se me cayó el mundo encima, David cerró la ventana, apagó las luces y dejó la habitación solamente iluminada por la tenue luz del televisor, así que allí estábamos, con David y Sandra sentados lo suficientemente lejos como para que pareciera que Sergio y yo estábamos solos viendo la película como dos verdaderos enamorados.
Puede ser que fuera yo pero a medida que avanzó la noche pasamos de estar cada uno en un costado del sofá a estar prácticamente rozándonos. No quería irme de allí, aquella noche era especial, no sabía ni de que iba la película y sin embargo me hubiera quedado allí tres horas más si hacía falta con tal de estar un ratito más a su lado.
Mi primo encendió la luz, al parecer la película había terminado, miré el reloj y eran las dos de la madrugada, la noche se me había pasado rapidísima, parecía que hacía tan sólo unos minutos estábamos entrando por la puerta del comedor y ahora ya teníamos que marcharnos, pero antes de irme a casa y soñar con él pasó algo que me dio más razones para hacerlo:
-Oye Jess, tú tienes mi teléfono -me preguntó Sergio.
-No.
-Pues apúntatelo y me das el tuyo.
Ya ves, una sola noche y ya tenía su teléfono, todo había salido a pedir de boca y espero que conforme vaya pasando el tiempo pueda surgir algo entre nosotros dos.