Llega el instante, nos miramos a los ojos como nunca lo habíamos hecho, nos miramos el interior, todo lo que hay dentro, nuestros sentimientos, lo que de verdad siente la otra persona. Nuestros ojos miran fugazmente los labios del otro, los desean, los quieren conquistar, el mundo se para a nuestro alrededor y los segundos pasan… Uno, dos, tres… No pasa nada pero las mariposas vuelan, vuelan porque hay algo en el ambiente, como un rayo que nos atraviesa a los dos y nos paraliza, nos hace respirar fuerte, muy fuerte.
El silencio lo envuelve todo de nuevo, parece que no haya nadie aunque estamos rodeados. La oigo respirar, la noto a mi lado aunque no la esté mirando, y eso me hace sonreír, me hace suspirar, feliz de estar con la persona con la que me gusta estar.
Llega otro instante, ese en el que nos quedamos ella y yo, tranquilamente charlando de estupideces, de la vida. El momento en que saltamos de beso en beso, riendo, alegres, puede llegar un silencio y que estemos cinco minutos mirándonos a los ojos sin decir nada, no importa, estás hablando con ella a través de esa mirada, le estás diciendo que la quieres, le estás diciendo que no podrías vivir sin ella y sin esos momentos en que todos los problemas del mundo parecen desaparecer. No hace falta nada más, simplemente ella, yo y la vida, aunque muchos se empeñen en comprar los buenos momentos.
Pasan las horas y llega el estar sin ella, el no saber nada de ella. Un tiempo que te atrapa, que te ahoga, porque necesitas sentir su presencia, mirarla aunque sea un instante y recordar por qué te gusta tanto, hacer volar a las mariposas que se han quedado dormidas, entonces ellas se dan cuenta y justo en el momento en que su sonrisa aparece en tu mente, ellas vuelan de nuevo, porque no hace falta que ella esté para sentir ese nerviosismo de adolescente, ese sentirse bien.
Si sientes todo esto, si puedes hacer todo esto sin que parezca ridículo es que has caído en el hechizo. Mira cómo te sientes cuando la otra persona está cerca, mira cómo estás cuando ella se aleja unos centímetros. Date cuenta de cuánto necesitas sus labios, de cuánto necesitas su esencia, de cuántas sonrisas habéis compartido, de en cuántos silencios las mariposas no dejan de volar.
Párate a pensar un segundo, ¿Te sale la sonrisa nerviosa cuando piensas en alguien? ¿Podrías quedarte diez segundos sin hacer nada más que pensar en esa persona?
Define con una palabra todos esos sentimientos…