Álex no podía estar más nervioso. Se había cambiado ya tres veces de camisa, ninguna le parecía gustar, en cambio los pantalones… sí, los pantalones sí que le quedaban bien. Se miraba al espejo una y otra vez, después de diez años la primera impresión era vital, se vería quién había mejorado, quién había empeorado o si, simplemente, las cosas seguían igual.
Era la primera vez que se iban a ver después de tanto tiempo, diez años… muchas cosas habían pasado desde entonces pero realmente todo seguía igual. Los sueños soñados no se habían cumplido aún, la vida imaginada no había existido, el mundo giraba y él parecía haberse quedado en el mismo lugar. Veintidós años tenía entonces y parecía que tenía toda la vida por delante, ahora tenía la sensación de que el tiempo se había ido por el retrete.
Tenía que recorrer bastantes kilómetros para llegar al lugar así que salió temprano, no quería ser el que llegaba tarde, el que no iba a poder escoger silla por llegar tarde. Durante el viaje se le pasaron mil cosas por la cabeza… los viejos amigos, los recuerdos, las risas por cosas absurdas, los malos momentos por cosas que en realidad no tenían importancia… y no pudo evitar pensar en ella, Lucía.
Ella era… nada, había sido… no lo sabía muy bien, quizá amiga, quizá algo más, quizá una persona importantísima en su vida. Pensaba en ella mucho, más de lo que querría, su imagen se posaba en su cabeza y él no sabía si querer que se quedara o que se esfumara. Había una lucha en su interior, los buenos momentos contra el pensamiento de que no la tenía a su lado.
Sin darse cuenta se plantó en el restaurante. Miró por la ventanilla del coche hacia la puerta del local y automáticamente se le instaló una sonrisa en los labios. Allí estaba su gente, sus compañeros de universidad, diez años… parecía que no había pasado el tiempo… Aparcó donde pudo y se fue hacia el restaurante. No se lo podía creer, en ese instante parecía que viajaban en el tiempo, a aquella época de sueños por cumplir, la época en la que un simple examen parecía ser más importante que cualquier catástrofe que pudiera pasar en el mundo, la época en la que nada importaba, solo ellos. Los abrazos volaban, las risas, los gestos de cariño, las bromas que nadie entendía, se sentían casi como adolescentes.
No pudo dejar de advertir que ella no estaba. Se puso algo nervioso, ¿no vendría? Sería una pena que no se vieran en esa ocasión tan especial, quizá la única que se iba a dar. Y es que quizá no habría más reuniones como aquella nunca más. Se fueron hacia dentro y empezaron a sentarse, a charlar de cosas sin importancia, a lanzarse anecdótas unos a otros, todos contaron un poco su vida, aquellas cosas que se podían saber.
Entonces aparecieron dos personas, dos mujeres, una de ellas le importó más bien poco, en ese instante el mundo desapareció y solo quedó ella. Diez años, y la magia seguía envolviendo su cuerpo, diez años, y le seguía gustando tanto como la última vez que la había visto, diez años, y el corazón seguía latiendo a un ritmo endiablado. Se sentaron. Para él, todo lo demás parecía ya perder sentido, solo estaba ella. Estaba preciosa, llevaba un vaqueros pitillo y una blusa verde, sencilla, como a él le gustaba, seguía encantándole su pelo, moreno y rizado, larguísimo, pero sobretodo sus ojos, tan oscuros, tan llenos de secretos.
No pudo cruzar ni una sola palabra con ella en toda la cena pero las miradas volaban desde una punta a otra de la mesa, sonrisas pícaras que parecían no haberse olvidado. Una mezcla extraña envolvía el ambiente porque también había miedo, quizá de que las cosas nunca volvieran a ser como antes, que lo imaginado nunca se cumpliera. Una vez fuera del restaurante no pudieron evitar acercarse uno al otro. Un «hola», una sonrisa de timidez, dos besos que suspiraban por algo más y un silencio terrorífico. Los diez años pesaron más que nunca.
Lucía empezó a preguntarle cosas, más que nada por romper el hielo, quería saber su vida, qué había estado haciendo… pero Álex tenía mucho más que decir en otro sentido, qué es lo que no había hecho, sus sueños frustados, la vida que querría haber vivido y que ni por asomo había conseguido. Él también le preguntó y ella parecía no saber qué responder. Habían pasado diez años pero no habían dejado de ser dos personas frustradas, seguían siendo dos almas semejantes.
Mientras los demás se metían en un pub de aspecto más bien cutre, ellos decidieron que un parque mal iluminado sería el ambiente perfecto. Se sentaron en un banco y empezaron a contarse la vida de verdad, la que de verdad querían contar, la que nunca habían contado a nadie. Ellos eran así, diez años atrás ya había pasado, podían pasarse seis días en silencio y al séptimo contarse todos los secretos.
Entonces ella hizo la pregunta clave, la que ambos habían querido pronunciar durante años, desde esos primeros instantes de universidad:
– ¿Alguna vez me quisiste?
El silencio lo envolvió todo, los dos se quedaron mirando a los ojos. Álex no sabía cómo actuar, sabía lo que tenía que responder, tenía la respuesta preparada desde hacía más de diez años.
No le salieron palabras, era imposible que fuese así, un te quiero no hubiera sido suficiente. Lentamente se acercó a ella, se quedaron a centímetros durante unos segundos y los labios chocaron, creando una explosión de sentimientos. Habían tardado demasiado en darse el primer beso, las lágrimas recorrieron ambas mejillas, unas mezcladas con otras, los corazones habían esperado demasiado, la emoción era eterna, el beso simbolizaba todo lo que eran, no eran amigos, tampoco algo más que amigos, ni siquiera amigos con derecho a roce… eran algo más, algo que no se podía explicar, eran únicos, en ese instante no había nadie en el mundo como ellos.
Los labios se separaron y las lágrimas brotaron más que nunca. Y es que sabían que aquellos instantes eran los últimos que iban a pasar juntos.
– ¿Sabes qué va a pasar mañana, verdad? -dijo Álex.
-No quiero separarme de ti, ¿por qué tiene que ser todo así?
Él simplemente la abrazó y la besó una vez más. No podía hacer otra cosa, quería disfrutar al máximo, disfrutar del amor de una vez, disfrutar de que por una vez los sueños se habían cumplido, de que su máxima frustración había pasado a la historia. Pasaron así la noche, juntos, abrazados, besándose, en silencio y contándose cosas sin importancia. El amor había sido justo por una vez, y es que no podía haber alguien más enamorados que ellos.
A las 6 y 38 de la mañana, el meteorito se estrelló contra la Tierra.
Noooo como puede pasar 🙁 que paso antes o… o despues la intriga es fuerte u.u
corto pero no deja de ser genial, no se como llegue ha dar aqui pero excelente.
Hola Erick! Gracias por comentar! Tanto antes como el después está implícito lo que pasa, ¿no? 😉
Saludos!
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