Dicen que cuando crees conocer todas las respuestas, el universo te cambia todas las preguntas.
Maldito universo.
Maldito y maravilloso universo.
Que me lía y me dispersa, que me ciega y me perturba, que me da la vida, todo a la vez.
Nunca he conocido todas las respuestas, ni siquiera he llegado a acercarme. Sin embargo, la bola va a un ritmo tan vertiginoso que me mareo, y ya solo me queda cerrar los ojos.
Cerrarlos y, tal vez, lanzarme al vacío.
Sin saber si alguien salta conmigo.
Sin saber de cuántos metros es la caída.
Sin saber si hay un colchón al final.
Sin saber lo que me depara el universo.
Vida o muerte. Suerte o desgracia. Luz u oscuridad.
Qué vida esta… Vida que juega con nosotros a un juego que parece no tener fin, vida que hace malabares y nos pone a prueba, obstáculos quizá imposibles de superar.
Nadie dijo que esto iba a ser fácil.
Pero a este juego solo ganan los valientes.
Solo los valientes miran cara a cara al universo y se atreven a contestar sus preguntas, a crear su propio camino, a recorrerlo, a lanzarse a vacíos inexplorados, a vacíos donde nadie sabe qué se puede encontrar.
Y me lanzo.
Y cierro los ojos.
No quiero mirar.
Quién sabe lo que me espera al final…
Me acerco al suelo, queda poco ya…
¿Muerte o libertad?
Esta vez creo conocer la respuesta.