¿De qué va Por si las voces vuelven?
¿Cuántas veces al día hablas contigo mismo, te dices lo que tienes que hacer, reflexionas sobre algo que te ha pasado o, si me apuras, te lanzas malas palabras?
Supongo que, esto último, más de lo que deberíamos.
¿Cuántas veces te reconoces a ti mismo en esa voz que susurra en tu cabeza o habla a gritos? ¿Cuántas veces eres consciente de que eres tú mismo quien te habla, de que no hay un él o ella, ni tan siquiera un nosotros, sino un yo?
Supongo que todas las veces, o la mayoría al menos, aunque ni siquiera nos demos cuenta.
¿Qué harías si, en este preciso instante, esa voz que tienes en la cabeza tomara conciencia propia, si te hablara como si fuese alguien completamente ajeno a ti?
Tal vez pienses que es algo completamente imposible, que algo propio de… ¿locos? Sí, quizá.
Pero eso es lo vivió Ángel Martín durante los años en que las voces estuvieron ahí, eso es lo que narra en su libro Por si las voces vuelven, la historia de cómo esas voces que todos tenemos ahí, las que rondan nuestra cabeza y suelen tener nuestra propia voz, tomaron forma y se volvieron algo ajeno completamente a él, algo que le hablaba de otros mundos y universos, que le mostraba cosas inexistentes, una realidad que solo sucedía en su interior.
Pero, sobre todo, más que de las voces, este libro habla de perderse y volver a encontrarse.
¿Qué transmite Por si las voces vuelven?
Por si las voces vuelven me ha destrozado por dentro y me ha hecho replantearme muchas cosas. Tal vez ni tú ni yo llegaremos jamás al extremo al que llegó Ángel, pero sí hablamos continuamente con nosotros mismos, conversamos, preguntamos y contestamos a cosas que solo están en nuestra cabeza. Nos mandamos ánimos y, en otras tantas ocasiones, nos echamos por tierra como si fuésemos alguien ajeno.
Las voces de Ángel le hacían creer que existían universos infinitos, que los animales le hablaban o que el mundo entero conspiraba entorno a él. Parece una locura, ¿verdad? Al fin y al cabo todo eran palabras que rondaban su cabeza sin que hubiese una conexión aparente con la realidad. Pero en la mayoría de ocasiones no nos damos cuenta de la fuerza y poder que tienen nuestras palabras, de que cada letra que llega a nuestro interior es capaz de derribarnos o alzarnos a los cielos, de mostrarnos realidades inexistentes e incluso cosas que jamás han sucedido.
¿Cuántas veces te has dicho que no eres capaz, te has recordado aquello que consideras una estupidez o aquello otro que te hace tanto daño? ¿Cuántas veces, en tu cabeza, ha aparecido una verdad a medias o una escena que no sabes si realmente pasó? ¿Cuántas veces has elucubrado entorno a lo que sucede a tu alrededor sin ni siquiera tener una maldita certeza?
Inventamos mundos con mayor facilidad de la que nos creemos. Lo hacemos para bien a través del arte e incluso nos permite evadirnos de una realidad que no nos gusta. Nos causa daño cuando la realidad inventada es peor que la existente, cuando jugamos al juego de completar las líneas de un dibujo y resulta que éste acaba siendo espantoso.
En Por si las voces vuelven, Ángel Martín inventaba mundos en su cabeza, creía por instantes que otros como él habitaban otros universos y vivían otras vidas, tenía plena convicción sobre ello, las voces le dominaron por completo, le mostraron una realidad inexistente. Cayó en la trampa que había creado su cerebro, una peligrosa que le mostraba, por ejemplo, que la muerte solo es el paso necesario para alcanzar la verdadera realidad, cruzó la línea que separa cordura y locura.
Y, a veces, esa línea es tan fina que apenas es visible, que parece transparente.
No necesitamos caer en la locura para que las voces nos hagan daño, para que nuestra propia voz nos hiera y muestre una realidad que, ni siquiera sabemos si es real, pero duele. Por eso es tan fundamental cuidarnos por fuera y por dentro, entender cómo y quiénes somos para poder controlar esas voces, escuchar solo aquellas que nos suman, que nos aportan, y acallar aquellas que, poco a poco, van limando nuestra autoestima y confianza, las ganas de vivir y el valor que poseemos.
Algo aparentemente tan básico como tomar las riendas de nuestro pensamiento puede convertirse en vital.
Ángel lo hizo. Tuvo que caer fondo para reconstruirse, para empezar a caminar. A lo largo del libro podemos ver ese proceso, su caída y también su ascenso, cómo fueron los pequeños pasos que dio para recuperarse. Por cómo hablo, podrías pensar que es un libro demasiado intenso o que Ángel habla desde el dolor, la tristeza o la rabia, pero en ningún momento es así. El autor te coge de la mano y te lleva con sencillez e incluso humor a su mundo, a todo aquello que vivió. Además, tuve el placer de audioleer Por si las voces vuelven y creo que es lo mejor que pude hacer, te lo recomiendo aparte de comprártelo en físico, pues la experiencia gana en naturalidad y franqueza. La honestidad de Ángel respecto a la salud mental te aplasta y te da a entender que hablar de ello es lo más normal del mundo.
¿Es que acaso no lo es?
El ser humano ha intentado, desde los orígenes de la humanidad, vivir más y, a veces, se olvida de vivir mejor. Día a día nos suceden cosas que afectan a nuestra salud mental y minan nuestro ánimo. Vivimos en un mundo que nos ahoga a cada instante, que nos quiere productivos a todas horas, máquinas a las que las emociones las lastran. Y es fundamental tomar conciencia de ello, sacar a la luz aquello sentimos, hablar de emociones sin temor a ser juzgados, llorar si hace falta e incluso ir a un buen psicólogo que te ayude a encontrar y saber usar las herramientas que te permitan mejorar.
Supongo que el verdadero mensaje de Por si las voces vuelven, y ya con ello acabo, es ese: normalizar que podemos estar mal, permitírnoslo, reconocer la salud mental como algo fundamental en nuestras vidas. Y es que, igual que intentamos curarnos cuando sentimos malestar físico, ¿por qué no lo hacemos cuando lo que falla es la cabeza o el corazón?
Sin duda te recomiendo Por si las voces vuelven, hazte el regalo de leerla para tomar conciencia de lo importante que es que tus voces nunca hablen por ti.
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