Suena el timbre, eres tú. Abro, te quedas parado en el umbral de la puerta y nuestros ojos chocan dejando a la luz todos esos secretos que nadie supo guardar. Pasan por mi mente cientos de instantes, cientos de momentos que quiero que sucedan y mis mejillas tiemblan, esperando que caigan sobre ella las lágrimas que calman almas.
Pero me abrazas como si solo existiésemos tú y yo.
Me abrazas tan fuerte que podrías calmar a un gigante.
Y mis piernas tiemblan queriendo besarte, mi nervio corre sintiendo tu aliento. Pero algo me atrapa, algo me frena, algo me mata.
Me aparto de ti, sé que si te sigo abrazando no podría evitar cerrar los ojos y tal vez dejarme llevar. Se rozan nuestros dedos y se dicen tantas cosas… Entramos en el salón y sin decir nada te invito a sentarte. No quiero empezar, quiero estar en silencio, quizá mirándonos simplemente, que hablen nuestras pieles y se cuenten cosas, de paseos que quedan por dar o de historias que tendremos que recordar.
Un futuro incierto…
Me preguntas cómo estoy y no puedo evitar derrumbarme. Las lágrimas nacen y empiezan a contar todo lo que nunca debí callar. Hablan de amores imposibles, de amores que me atrapan y otros que quisiera que me atraparan, hablo de ese querer y no poder, de finales que no acaban y principios que no llegan, de besos que odio y labios que anhelo, del miedo…
A ganar y a perder.
A escribir puntos finales.
A empezar todo lo que algún día soñé, todo lo que un día creí que nunca llegaría. Tal vez roces en los labios, o un tacto que cuenta historias, una mirada que calma dragones, una sonrisa que empequeñece al hombre y que engrandece el alma.
Te pido un abrazo y tú extiendes los brazos. Me tiro hacia a ti y me abrazas tan fuerte que pienso que podría estar toda la vida así, perdida entre tus brazos, hundida en tu pecho, en tu cuerpo. Siento que no quiero perderte y me pasan tantas cosas por la cabeza que simplemente querría cerrar los ojos y dormirme rozando tus labios. Recorres mi cuello con tus dedos y te miro a los ojos.
Podríamos ser tanto…
Podríamos serlo todo.
Con un susurro me dices que será mejor que te marches. Yo asiento levemente perdida en mis pensamientos y en mis sueños, creyendo que si sales por esa puerta tal vez será para siempre.
Pero te marchas…
Y te dejo marchar…
Y cierro la puerta sin mirarte siquiera. Solo pensando en aquellas puertas que tengo abiertas y no sé cerrar, en aquellas vidas que tal vez debería apagar.
Y mientras… mientras la que se va apagando soy yo.
Uffffffff!!!!!! Podría decir muchas cosas, pero casi que es mejor que no diga nada… Precioso, me quedo con eso.
Gracias Sara!! No hace falta decir nada, con la sensación que me transmites es suficiente 😉