Hace unas semanas empezaba el NanoWrimo, ese reto escritoril que, durante el mes de noviembre te invita a escribir 50000 palabras. No es un reto que me guste, pues considero que escribir tantas palabras durante solo un mes provoca que aquello que escribes no tenga mucha calidad. Soy una persona que se piensa y repiensa aquello que escribe, prácticamente quiero que cada frase escrita sea maravillosa, que deje un eco en la mente de quien la lee.
Pero oye, escribir es escribir, y a veces da igual que lo hagas más o menos rápido o su contenido, lo importante es el hábito que se coge. Eso realmente es lo que defiende el NanoWrimo: no importa realmente lo que escribas, pero escribe, saca ideas, toma el hábito.
Este año decidí apuntarme por primera vez.
Llevo meses sin escribir regularmente. Primero porque el trabajo en el cole me quitaba todas las horas del día y, cuando terminaba, lo último que me apetecía era ponerme a escribir. Ahora porque lo que me quita todas las horas del día son las oposiciones, y nuevamente, lo último que me apetece cuando acabo de estudiar es pasarme más tiempo pegado al ordenador.
Pensé que apuntarme al reto me motivaría a escribir, que intentaría sacar todas las horas posibles para hacer avanzar la historia que tengo entre manos, que formaría alguna especie de hábito que me haría reengancharme a la escritura. Realmente mis pretensiones no eran altas, no pretendía escribir las 50000 palabras, ni mucho menos, quería seguir con mi estilo y que el escribir más no significara escribir peor.
Pues bien, acabó noviembre y mi bagaje en el NanoWrimo fue de 1178 palabras.
1178 míseras palabras escritas los dos primeros días del mes.
Como he dicho antes, no esperaba hacer las 50000 palabras, pero tampoco tan pocas. Aunque, si te soy sincero, era algo que dentro de mí me esperaba. Antes te he comentado la excusa más recurrente que me digo a mí mismo, la de la falta de tiempo, pero, al fin y al cabo, hoy en día nadie tiene tiempo y, sin embargo, la gente sigue escribiendo de manera habitual y se siguen sacando libros como churros. Realmente podría sacar al menos una hora al día para escribir. ¿Cuánto se puede escribir una hora al día? Mucho, muchísimo, y aunque hubiera días en que no se escribiera mucho, todo suma. ¿Cuál es el verdadero problema, entonces?
Mi relación con mis historias, mi relación conmigo mismo cuando escribo.
Es algo que vengo sospechando desde hace tiempo, pero que cada vez tengo más claro. No estoy cómodo cuando escribo, no me gustan mis historias y se me hace un mundo construir algo que me merezca la pena. Me digo a mí mismo que no es suficiente, que esa frase o aquella otra no son buenas, que la historia está vacía o que no tiene sentido, que ni yo mismo me publicaría eso. A veces tengo destellos y me digo a mí mismo que lo que estoy escribiendo es lo mejor que he escrito en mi vida. Pero dura muy poco, rápidamente vuelvo a caer en una oscuridad de la que me es difícil salir.
Y por eso no escribo, porque hacerlo es sentirme mal conmigo mismo, decirme a mí mismo que estoy perdiendo el tiempo.
Es algo que llevo sintiendo desde que publiqué. Supongo que es el nivel de exigencia que me pongo a mí mismo, parece que lo siguiente que salga a la luz tenga que ser la mejor novela jamás escrita, que no puede tener ningún fallo. ¿Cómo voy a cometer fallos si ya he publicado? ¿Qué clase de escritor soy? Así es muy difícil, es muy difícil escribir sin permitirse errar, creyendo que todo tiene que ser increíble y espectacular.
Es curioso que, ahora que he publicado, ahora que he recibido validación externa de aquello que escribo, ahora que existe gente que ha leído mis historias y cree que son buenas, es cuando, más que nunca, yo creo todo lo contrario.
Es difícil lidiar con esta situación porque ahora mismo no quiero seguir las dos novelas que tengo a medio acabar y descarto casi cualquier historia que se me pasa por la cabeza. Quiero volver a escribir, quiero tener la sensación de terminar una historia, emocionarme con sus personajes y comprobar que gusta, que he hecho un buen trabajo y la gente se entusiasma por ella. Y joder, nunca me había pasado esto, siempre había querido sacar buenas historias, siempre he tenido un alto nivel de exigencia, pero no tanta como ahora, que parece que tenga que ser el mejor.
Antes disfrutaba escribiendo, ahora se me hace muy cuesta arriba.
Quiero cambiar esta situación, volver a disfrutar de mis historias sin ni siquiera ponerme la exigencia de que tengan que ser publicadas. Ya he cumplido mi sueño, ya ha sucedido, lo único que debería hacer ahora es crear aquello que me guste, disfrutar y vivir el proceso sin importarme nada más.
Escribir por el placer de crear historias, simplemente.
Tengo varias cosas en la mente que te contaré en algún post próximamente. Lo único que te puedo decir es que, tal vez, lo mejor que puedo hacer es cambiar radicalmente respecto a lo que he hecho antes, respecto a lo que me ha llevado al «éxito».
Volver a lo que siempre he hecho: escribir historias sin pretensiones con el único objetivo de divertirme.
Retroceder para seguir caminando.
No lo sé a ciencia cierta, realmente, pero me da rabia esta situación que estoy viviendo y ojalá pronto pueda revertirla.
Cuéntame, ¿escribes? ¿Eres muy autoexigente? Estoy deseando leerte 🙂