Fuego

Alargo la mano, alcanzo el interruptor, apago la Luna. Se apaga el mundo, la bola se para, me bajo, me alejo, me pierdo.

Cierro los ojos, suenan rugidos, tal vez latidos, queman, escuecen, duelen, eres tú. Te pienso, me calmo, me olvido.

Háblales de mí, si te preguntan por mí cuéntales nuestra historia, diles que no ha habido en siglos dos amantes como nosotros. Háblales de mi cuerpo tendido sobre el tuyo, de nuestra desnudez chocando entre dos pieles calientes y sudores que encienden, de mis labios rojos alcanzando tus cimas de curva y asfalto, de grises y sombras reflejadas en nuestros cuerpos, la luz huye del escándalo de nuestros juegos.

Si preguntan por mí, háblales de lo que no nos decíamos, de los silencios por hablar con suspiros, cerrábamos los ojos y mirábamos al vacío, y todo eran puntos rojos en nuestras pupilas que se confundían con el blanco. Gritábamos…

Aún noto las marcas en mi piel, las líneas que recorrían mi espalda en trazos de vida y muerte, de abismos y nirvanas que nos convertían en seres de inframundo envidiados por los ángeles, celosos de nuestra euforia, de nuestra victoria.

Disfrutábamos del placer de los cuerpos y descubrir sus límites, de danzas ancestrales nunca descubiertas pero siempre recordadas. Aún te pienso y me estremezco, aún te quiero y te hago verso.

Alargo la mano, alcanzo el interruptor, enciendo la Luna. Estoy sudando, aún creo que estás bajo mi cuerpo, aún intento rozar tu piel y sentirla, llegar hasta tus cimas, perderme.

Creo que no voy a volver a montarme en la bola que gira, me quedo aquí por si bajas en esta estación. Iré a buscarte, tal vez, sólo para bajarnos de nuevo los dos.

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