El otro

No hace mucho que la conozco pero creo que me enamoré de ella al instante. Fueron palabras, intensas miradas y sonrisas compenetradas lo que hizo saltar la chispa, y ahora que el fuego ha prendido creo que ya no podré apagarlo.

Ahora, se acerca a mi lado, la miro a los ojos y a mí cabeza solo viene un pensamiento: ojala pudiera estar con ella.

Sus ojos marrones, sus labios finos y pequeños, su alocada melena… Me vuelve loco, sueño con ella, pero lamentablemente no puedo hacer otra cosa que eso, soñar. No puedo tocarla, acariciarla, recorrer su cuerpo con mis labios… sentirla dentro de mí.

No es que esté lejos de mí, no es que no me quiera, ni siquiera que me haya rechazado, es que, simplemente, otro sí puede tocarla, recorrer su cuerpo con sus labios… sentirla dentro de si. No puedo alcanzar su corazón porque, tristemente, otro ya lo hecho antes.

Quizá lo hubiera tenido que sospechar, no podía ser que alguien como ella pudiera estar sola pero cuando me enteré me sentó como el frío hielo que recorre un cuerpo desnudo, la mente se me nubló, todo se quedó en plena oscuridad.

A pesar de todo ello, mientras escribo esto no puedo evitar sonreír ligeramente, porque me viene a la cabeza que cuando hablamos su sonrisa no desaparece en ningún instante, que quizá puede haber un rayito de esperanza, que quizá no está todo perdido.

Ojala él y yo pudiésemos empezar de cero, partir con las mismas posibilidades y echar una carrera contrarreloj por llegar a la cima. Lamentablemente voy por detrás pero no me importa, seguiré luchando, seguiré escalando aunque me falte el oxígeno, seguiré en la batalla para conseguir ese corazoncito que “el otro” le ha robado.

 

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