Todo ha sido diferente desde aquel día, todo ha sido muy diferente desde el día en que nuestros labios se rozaron y no se separaron durante varios segundos, desde el día en que te ayudé a levantarte después de haberte tropezado y te di un beso en la boca.
Llevaba semanas queriéndolo hacer, quizá meses, necesitaba chocar mis labios contra los tuyos y liberarme del tormento que supone estar enamorado de alguien y que ese alguien no te haga caso, necesitaba liberarme de la situación de verte todos los días y no poder estar a milímetros de ti, tan cerca que se pudieran oír mis latidos por estar cerca de ti.
He de reconocer que no me enamoré de ti al instante, fue al conocerte por dentro, al conocer cómo eres de verdad cuando empecé a sentir cosas por ti, cosas tan profundas que culminaron con el beso tan suave, dulce y profundo que te dí.
El beso duró varios segundos, lo sentíamos, notábamos al otro dentro del cuerpo, como si estuviéramos más unidos que nunca, pasados esos segundos, retiraste lentamente tu boca aunque parecías seguir queriendo más. Después pareciste recapacitar, parecía que habías despertado de un sueño y te estabas dando cuenta de lo que estabas haciendo así que pusiste una mirada sombría y cabizbaja y sin decirme nada más te marchaste.
No hemos vuelto a hablar desde entonces, es como si te diera miedo o vergüenza hablar conmigo, como si el habernos besado fuera un hecho que pueda distanciar nuestra amistad ya consolidada, pero sobretodo, como si ese beso te hubiera dado asco, como si creyeras que no me he dado cuenta de que antes del beso me mirabas constantemente cuando iba con mis amigos, que no me he dado cuenta de que eres tú la que se estaba acercando cada vez más a mí y no al revés, crees que no me doy cuenta pero es así.
Aunque quizá esté equivocado, quizá ese beso haya sido un auténtico error que ha lanzado por tierra nuestra amistad, quizá no sientes nada por mí y aquí soy yo el único enamorado. Necesito que me hables, que me digas algo, que me mires a los ojos y me digas que no me quieres, de lo contrario, seguiré pensando que estamos destinados a estar juntos.
Pingback: Los números de 2010 | Relatos del baúl