Ayer desperté y me ocurrió algo bastante extraño. No sé… había algo distinto en el aire de mi habitación. Lo cierto es que había pasado una noche un tanto mala, demasiadas vueltas a la cabeza, tantas preocupaciones que no deben ser buenas. Aunque… al abrir mis ojos, al posar mis manos sobre el colchón, al intentar escuchar lo que ocurría al otro lado de la pared… me di cuenta…
¡Ayer me desperté y me habían robado los cinco sentidos!
Antes solía escuchar los ruidos más insignificantes, aquellos más hermosos, el aleteo de una mariposa tal vez, o cómo dos rosas se rozan, se acarician mecidas por el viento, se quieren ajenas a todo lo que pasa a su alrededor.
Antes solía ver aquello que no se suele ver, porque detrás de cada uno de nosotros suele haber algo que incluso nosotros mismos desconocemos, que normalmente no se ve, una parte de nosotros que pasa desapercibida al mundo pero que nos define. He de decir que yo sabía definir muy bien a las personas, por lo que veía, no por lo que ellas mostraban.
Antes solía oler cosas que los humanos emanan, más allá de olores, hedores y otros nombres, solía oler sentimientos, porque los desprendemos por cada poro de nuestra piel, podía oler el miedo, la vergüenza, el nerviosismo, el buen humor, la valentía, tantas cosas… Solo tenía que quedarme un segundo quieto, en silencio, era fácil.
Antes solía saborear los instantes, vivía cada segundo como si fuese el último, no los perdía como si en mi ropa hubiese mil y un agujeros, no los perdía como si me sobraran, porque en realidad no nos sobran, todos tenemos un tiempo asignado que se va agotando. Me encantaba el sabor de un momento único, y lo cierto es que no era tan difícil crearlos, tenía tantos como anhelos de aire.
Antes solía rozar y acariciar cada milímetro de piel. Así podía cambiar los sentimientos de las personas que tenía alrededor. Porque a veces solo basta un abrazo para calmar lágrimas, o quizá solo un roce saca una sonrisa cuando más hace falta, a veces solo hace falta eso para que alguien se sienta en paz. Quizá deberíais probar…
Ayer me desperté y me habían robado los cinco sentidos. Ahora solo oigo cosas mundanas, no veo más que cuerpos que corren alrededor mío, me empeño en oler este aire que nos envuelve, solo le encuentro sabor a aquello que entra por mi boca y mis manos se encuentran suspendidas sin ganas de ir a buscar pieles que acariciar.
Y ya entiendo por qué he perdido los cinco sentidos, tantas cosas en mi cabeza no pueden ser buenas para mí. Y es que ya hace algún tiempo que no me paro un segundo a observar lo que pasa a mi alrededor, porque sí, es eso, solo basta que paremos un instante y nos olvidemos de todo, que paremos un instante, aunque sea solo uno y nos dediquemos a aquello que para la gente normal no tiene importancia. Escuchar el llanto de un pájaro, o fijarnos en los sentimientos, oler miedos o ilusiones tal vez…
No hace falta tanto para tener los cinco sentidos intactos, solo un suspiro, cerrar los ojos y respirar…
Sí, quizá si lo hago así me vuelva a ir igual de bien.