Consejos para nuestros propósitos de año nuevo

Enero. 

Vaya palabra, ¿no crees? Se parece mucho a «septiembre», tal vez no tienen el mismo sonido, las mismas letras, pero sí el mismo eco, el mismo aire. 

Las dos resuenan a principio, a volver a empezar, a objetivos y propósitos. Enero es equivalente a cargarte la mochila de trabajo a la espalda y hacer como si tu vida anterior no hubiese sucedido, como si todo empezara de cero. 

Las posibilidades son infinitas, pero también las responsabilidades. Parece que, de pronto, tienes que ser otra persona completamente diferente, tienes que hacer nosecuál dieta que has escuchado en la tele, levantarte a las 6 de la mañana a hacer ejercicio, meditar 10 minutos cada día, aprender a tocar un nuevo instrumento, quedar más con las amigas, privarte de las redes sociales a las que estás enganchada y escribir la mejor novela jamás escrita. 

¿No te sucede? A mí me ha pasado muchas veces, nos cargamos enero de propósitos que en febrero ya no existen, y tenemos la sensación de que hemos fracasado, de que no valemos, de que aquello que nos habíamos propuesto no es para nosotras, de que ya es tarde para volver a empezar. 

Hay muchas errores en esto que te explico, yo creo que los cometo todos, aunque principalmente hablaré de tres: 

Por un lado, sobrecargarnos de promesas y propósitos. Nos ponemos demasiados objetivos a la vez y, cuando nos queremos dar cuenta, estamos agobiados y con el agua al cuello, con esa ansiedad latente porque no conseguimos llegar a todo. A veces basta con priorizar, entender qué es realmente importante y concentrar toda nuestra energía en ello, darnos cuenta de que, podemos esparcir nuestros objetivos a lo largo del año, no hace falta que desde ya los empecemos todos. 

Por otro, ponernos objetivos a largo plazo sin pensar en el corto plazo. Escribir una novela, por ejemplo, puede resultar una tarea muy tediosa si pensamos que nos quedan 300 o 400 páginas por delante. Cuánto trabajo, ¿no? Pero, al fin y al cabo, todo camino empieza por un paso y luego otro, más tarde otro más. Cuando acabe el camino, probablemente solo verás el conjunto de ese camino que has recorrido. Pero ¿no es cada paso igual de importante? Desglosar ese gran objetivo en pequeños retos puede ser de gran ayuda, pues, además, tu confianza y motivación se pueden ir retroalimentando al ir poco a poco cumpliéndolos. ¿Quieres escribir una novela? ¡Genial! ¡Mucho ánimo! Pero empieza por escribir un capítulo, pues sin él es imposible que escribas el segundo. 

Por último, pensar que, si fallamos un día, todo se va al traste. No es fácil ponerse objetivos y seguirlos a rajatabla. Lo sé por experiencia, tengo una libreta repleta de ideas que se quedaron solo en eso. Pero no pasa absolutamente nada. A veces nos sentimos cansados o no tenemos las ideas claras, otras tantas se nos hace la vida cuesta arriba y nos es imposible llevarlo todo a cabo como teníamos planeado. Y no tenemos por qué culparnos por ello, un día es un día y, simplemente tenemos que continuar con nuestro plan. Que haya un pequeño agujero en el camino, no significa que el camino se acabe ahí. 

Escribo este post, sobre todo, para repetirme a mí mismo que puedo, que tenga calma con los objetivos que me he propuesto y poco a poco lograré alcanzarlos. Y ya de paso te lo digo a ti, que estás leyendo esto: puedes. Habrá días más flojos y otros más fuertes, pero fíjate en el conjunto, mira desde lejos, que los árboles no te impidan ver el bosque. 

¿Y si no puedes? Serás igualmente válida, pues los objetivos y propósitos que consigas y dejes de conseguir no van a determinar quién eres. 

Cuéntame, ¿te has propuesto algún reto este comienzo de año? 

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